E l fotógrafo peruano Luis Sergio reside en Santiago desde hace ocho años, pero no por eso ha dejado de sorprenderse al constatar, en su vida diaria, las singularidades de la sociedad chilena.
Entre todas esas singularidades, una de sus favoritas es la abundancia de personas afiliadas a lo que comúnmente se denomina “tribus urbanas”, tendencia que, según relata el autor, aún no está tan desarrollada en su país de origen.
“Hace pocas semanas estuve en Lima y vi algunos góticos, pero el movimiento aún no es tan fuerte como acá en Chile”, dice el hombre, quien el año 2003 empezó a hacer retratos de individuos que cultivan estilos de vestir inspirados en fuentes tan disímiles como la literatura fantástica del siglo 19, los relatos de vampiros y los dibujos animados hechos en Japón.
Todo ese trabajo está resumido, ahora, en una exposición que se está presentando en la Biblioteca del Centro Cultural GAM (Alameda 227, edificio A, tercer piso). Se trata de un conjunto de 21 imágenes en color, copiadas en diversos formatos, en las que es posible encontrar sugerentes visiones de ciudadanos que, dependiendo del caso, se definen como animé, otaku, visual y góticos.
Algunas de las instantáneas muestran a los retratados en sus espacios íntimos (es el caso de la chica gótica que se ve sobre estas líneas, quien posa muy relajada en su domicilio en Pudahuel), mientras que en otras los sujetos despliegan el dominio escénico que se necesita para salir a la vía pública vistiendo ropas que perfectamente se podrían confundir con disfraces.
Sergio, además, ofrece planos de detalle que registran algunos de los rasgos que seguramente llamarían la atención del espectador si éste se encontrara frente a frente, en la vida real, con cualquiera de los retratados.
A ese grupo, el de las tomas centradas en objetos y accesorios, pertenece la foto secundaria que ilustra esta crónica, donde se ve la elaborada pieza metálica encajada en el dedo índice izquierdo de un sujeto que cultiva una estética que se podría calificar, sin demasiado temor a la equivocación, como decididamente oscura.
“Empecé este trabajo porque me gustó el estilo visual de los góticos, así que me puse a investigar y terminé haciéndome amigo de muchos de ellos. Fui a sus puntos de encuentro, como el Eurocentro, la disco Blondie, el Teatro Carrera y el Bal-le-duc, y después encontré a los animé, que están muy aislados del resto de la sociedad chilena”, dice el autor.
“En cierto punto uní fuerzas con la Fundación = Iguales, porque vi que me interesaba mostrar a estas personas, acercarlas al espectador medio y, de alguna manera, reflejar los valores que ellos cultivan en sus vidas”, concluye.