¿Qué son?

Verónica Fernández, profesora básica de la UC, es autora de varios libros sobre los beneficios de los mandalas. Según cuenta, este arte nació en la India como una herramienta para estimular la meditación. Su nombre viene del sánscrito y en el idioma clásico quiere decir círculo . En pocas palabras, consiste precisamente en pintar círculos adornados en su interior con detalladas formas geométricas concéntricas, las que se organizan según patrones en diversos niveles visuales.

Sus beneficios antiestrés para los adultos están de moda. Lo que no todos saben es que también ayudan a los niños. “Pintar mandalas puede motivar cualquier aprendizaje del currículo de educación básica. Son muy útiles para ejercitar la concentración de alumnos inquietos o que presentan conductas disociadoras. Al pintar desarrollan un nivel concreto de concentración, respeto y responsabilidad en sus labores escolares, aumentan su capacidad perceptiva, habilidades y destrezas cerebrales”, afirma Fernández.

Técnica terapéutica

Coincide la docente y sicóloga de la UBO Leire Cosgaya: “Es beneficioso para adultos y se ha demostrado que puede contribuir a un mejor desarrollo del infante. Es una técnica terapéutica que trabaja la concentración al sincronizar los dos hemisferios cerebrales, estimulando en el niño la concentración, atención y creatividad”. Su colega de la U. Central Ricardo Bascuñán dice que lo ideal es que el niño empiece a pintarlos a partir de los 4 o 5 años, cuando pueden tomar los lápices firmemente y respetar los márgenes de los dibujos.

Seis beneficios

1. Mejor concentración

Giannina Mosca, sicóloga clínica infantojuvenil del centro Vía Salud de Viña del Mar, asegura que pintar mandalas es un gran ejercicio de estimulación cognitiva: “La estructura concéntrica y la repetición armónica de ciertas figuras geométricas inducen a la focalización y concentración. Eso fortalece las habilidades sicomotoras asociadas a la dificultad, por ejemplo, de mantenerse dentro de los márgenes establecidos en las diversas figuras que componen el mandala”.

2. Tolerancia a la frustración

Ricardo Bascuñán explica que, al no poder traspasar las líneas, los niños se esfuerzan en pintar bien: “En esta lógica, terminar la actividad involucra destinar esfuerzos para regular la frustración”.

3. Más creatividad

Mosca dice que al pintar mandalas los niños pueden dar rienda suelta a su capacidad de crear por medio de la mezcla de colores: “Además, promueve la habilidad intuitiva, elemento fundamental para el desarrollo social y la resolución de problemas. El desarrollo artístico constituye un medio de expresión y comunicación con nuestro entorno donde ellos logran proyectar su mundo interior”.

4. Chao estrés

Giannina sostiene que las exigencias escolares, el estrés de los padres, el ruido, la tecnología y los escasos espacios de esparcimiento familiar, entre otros, afectan de manera negativa a los niños. Todo ese cóctel confluye en síntomas de estrés y ansiedad. “Esta técnica tiene un efecto relajante y estabilizador que promueve el equilibrio emocional y lleva a la calma”, afirma. Concuerda Verónica Fernández, quien asegura que al pintar los problemas desaparecen del subconsciente: “Los niños se encuentran en un estado de total relajación y concentración, y las respuestas de reacción a los estados emocionales negativos van desapareciendo”.

5. Estímulo a la paciencia

“La impaciencia tiende a ser una característica propia de la infancia. Esperar y ser pacientes es algo que se aprende; por lo tanto, debemos enseñárselo a nuestros hijos. Pintar mandalas requiere de tiempo, dedicación y paciencia para lograr finalizar la tarea encomendada”, detalla Mosca.

6. Autoconfianza

Mosca asegura que esta técnica produce una serie de beneficios para un desarrollo integral y bienestar interior: “En la medida que potencien sus habilidades cognitivas y sicomotoras, la imagen que perciban de sí será más positiva y aumentará la confianza en sus propias habilidades y capacidades”.