D os veces debió concurrir María Paz Ferrada al camino Rinconada de Maipú la tarde de este jueves. La segunda vez llegó con sus serenos padres, doña Rosario y don Luis. Allí, a las 13 horas, en ese mismo lugar, a unos 100 metros del puente que cruza el río Mapocho, el equipo de trabajo de la PDI halló los restos de un hombre joven, justo donde las antenas repetidoras de celulares registraron el último llamado de su hermano, el inspector de 34 años Emanuel Ferrada, desaparecido desde el 26 de julio, hacía justo 88 días.

Se trata de una zona que había sido “barrida” numerosas veces por helicópteros, buzos, perros adiestrados y hasta miembros de la Ong Topo, donde nunca se había encontrado nada, hasta ayer.

Aunque ni el fiscal Raúl Guzmán ni el subdirector operativo de la PDI, prefecto general Darío Ortega, se atrevieron a confirmar si se trataba del inspector de la brigada antinarcóticos de la zona metropolitana sur y estudiante de derecho de la Universidad Central, sus padres creen que la espera terminó.

“Sólo quiero dar las gracias a Dios, al que le pedí que me lo entregara como fuera y me cumplió”, aseguró Rosario al borde de las lágrimas, mientras que su marido se limitó a dar las gracias “a todos quienes nos han ayudado en esta larga búsqueda”. A esas alturas el matrimonio ya no se veía tan calmo.

Ahora comienza una nueva etapa de la investigación, aquella que determinará la causa de la muerte del policía. Para eso los investigadores deberán encontrar la mochila, el arma y la placa de Emanuel, así como también hay que esperar los resultados de los peritajes dentales, de ADN y huellas dactilares.

“Por ahora no podemos dar certezas”, recalcó el prefecto Ortega, quien insistió en que, “sólo una vez que concluyamos los peritajes vamos a saber a ciencia cierta si corresponde o no al cuerpo de nuestro colega desaparecido”.